Soneto III El poeta se deja conducir por las evocaciones amorosas y eróticas de un instante en el cual se detiene en la contemplación del cuerpo de la amada. Del verdecido júbilo del cielo luces recobras que la luna pierde porque la luz de sí misma recuerde relámpagos y otoños en tu pelo. El viento bebe viento en su revuelo, mueve las hojas y su lluvia verde moja tus hombros, tus espaldas muerde y te desnuda y quema y vuelve yelo. Dos barcos de velamen desplegado tus dos pechos. Tu espalda es un torrente. Tu vientre es un jardín petrificado. Es otoño en tu nuca: sol y bruma. Bajo del verde cielo adolescente, tu cuerpo da su enamorada suma. Niña La palabra se revela como dadora de vida, renovadora del aire, cuando es puesta en la boca de un ser tomado por inocente, germinal, amoroso. A Laura Elena Nombras el árbol, niña. Y el árbol crece, lento, alto deslumbramiento, hasta volvernos verde la mirada. Nombras el cielo, niña. Y las nub...
-------estudios teóricos poéticos y análisis de poemas-------