Ir al contenido principal

Dylan Thomas



Las rosas resfriadas mueren en la destornillada tarde
del beso hierático de un adiós azul, luengo y uniforme
torpe yo que bebo abrazos de cartón.


El poeta Dylan-Thomas, autor de estos versos, comentó: “no los entiende ni mi madre”.


Un tanto en serio y otro tanto en broma, este comentario del autor sobre su propia obra, nos hace ver que la poesía escapa a la propia conciencia del hombre, y que el poeta no necesita asumir la explicación de lo que escribe. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Poemas del Conde de Lautréamont

Los cantos de Maldoror Canto 1 Me propongo, sin estar emocionado, declamar con voz potente la estrofa seria y fría que vais a oír. Prestad atención a su contenido y no os dejéis llevar por la impresión penosa que al modo de una contusión ha de producir seguramente en vuestras imaginaciones alteradas. No creáis que yo esté a punto de morir, pues todavía no me he vuelto esquelético ni la vejez está marcada en mi frente. Descartemos, por lo tanto, toda idea de comparación con el cisne en el momento en que su existencia lo abandona, y no veáis ante vosotros sino un monstruo cuyo semblante me hace feliz que no podáis contemplar: si bien es menos horrible que su alma. Con todo, no soy un criminal. Pero dejemos esto. No hace mucho tiempo que he vuelto a ver el mar y que he puesto los pies sobre los puentes de los barcos, y mis recuerdos son tan vivos como si lo hubiera dejado ayer. Tratad, con todo, de mantener la misma calma que yo en esta lectura que ya estoy arrepentido de ofreceros,

Poemas de Nicanor Parra

Epitafio De estatura mediana, Con una voz ni delgada ni gruesa, Hijo mayor de un profesor primario Y de una modista de trastienda; Flaco de nacimiento Aunque devoto de la buena mesa; De mejillas escuálidas Y de más bien abundantes orejas; Con un rostro cuadrado En que los ojos se abren apenas Y una nariz de boxeador mulato Baja a la boca de ídolo azteca —Todo esto bañado Por una luz entre irónica y pérfida— Ni muy listo ni tonto de remate fui lo que fui: una mezcla De vinagre y de aceite de comer ¡Un embutido de ángel y bestia!

Poemas de Charles Simic

En esta nuestra cárcel Donde el celador es tan discreto que nadie lo ve nunca hacer su ronda, hay que ser muy valiente para dar golpecitos en la pared de una celda cuando las luces están apagadas esperando ser oído, si no por los arcángeles del cielo, sí por los condenados del infierno. Posición sin una magnitud Como cuando alguien Que no habías notado antes Se levanta en un teatro vacío Y proyecta su sombra Sobre los fabulosos jinetes De la pantalla. Y tú tiemblas Mientras te das cuenta de sólo eres tú En tu camino A la enceguecedora luz solar De la calle. Menú del día   Sólo nos queda, caballero, un plato vacío y una cuchara con la que puede sorber enormes tragos de nada que suenen como si comiera una sopa negra y densa, humeante de tan caliente en el plato vacío. Sobre mí mismo  Soy el rey sin corona de los insomnes que aún lucha contra sus fantasmas con una espada. Un estudiante de techos y puertas cerradas que apuesta a que dos y dos no siempre son cuatro. Una