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Poemas de Carl Sandburg


Acumulaciones

Han azotado las tormentas la tierra en este punto
y aquí se han ido a pique los barcos
                 y los transeúntes lo recuerdan
                 charlando en el puente de noche
                 cuando allí se aproximan.

Han golpeado los puños la cara de ese viejo boxeador
     profesional
                 y han aparecido sus combates en las páginas
                 de deportes y por la calle lo señalan con el
                 índice extendido por ser uno que una vez tuvo
                 el cinturón de campeón.

Se han publicado cientos de historias y se han rumoreado
     mil
a propósito del porqué ese hombre alto y tenebroso se ha
                 divorciado de dos jóvenes hermosas
para casar con una tercera que se parece a las otras dos
                 y sacuden la cabeza y comentan «ahí va»
                 cuando pasa de largo, con buen tiempo o con
                 lluvia, por las calles de la ciudad.

Versión de Miguel Martínez-Lage


* * *


Bajo el ala de un sombrero

Mientras el murmullo y las prisas
de los pasos que de largo pasan
resuena en mi oído como las olas inquietas
de un mar que azota el viento,
vino a mí un alma
asomada a la mirada de un rostro.

Ojos como un lago
donde ruge un viento de tormenta
me sorprendieron bajo
el ala de un sombrero.
            Pensé en un naufragio en alta mar,
            los dedos magullados y aferrados
            a la puerta desvencijada del comedor.

Versión de Miguel Martínez-Lage


* * *


Baño

Un hombre vio el mundo entero como una calavera
riente y un par de huesos cruzados. La carne rosada de la
vida se encogió hasta desaparecer de todos los rostros.
Nada cuenta, nada. Todo es falsedad. Polvo al polvo, ceniza
a las cenizas, y una antigua tiniebla y un silencio inútil.
Lo había visto todo. Fue entonces a un concierto de Mischa
Elman. En dos horas, las olas de sonido le golpetearon los
tímpanos. La música se llevó por delante algo, no sé qué,
de su interior. La música derribó y reconstruyó algo en su
cabeza, no sé bien qué, o en su corazón. Aplaudió durante
los cinco bises que dio el joven judío ruso con el violín. Al
salir, dio con las suelas en la acera de una manera nueva.
Era el mismo hombre, en el mismo mundo de antes. Sólo
que existía un fuego que canta y un ascenso de rosas
perennes sobre el mundo entero que contemplaba.

Versión de Miguel Martínez-Lage

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