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Poemas


Poema de las siete caras

Cuando nací, un ángel torcido
de los que viven a la sombra
dijo: ¡Ve, Carlos! Sé gauche en la vida.
Las casas espían a los hombres
que corren tras las mujeres.
La tarde pudo haber sido azul
No había tantos deseos.
El tranvía va con las piernas llenas:
Patas blancas negras amarillas.
Por qué tanta pierna, Dios mío, pregunta a mi corazón.
Pero mis ojos
No piden nada.
El hombre detrás del bigote.
Es serio, simple y fuerte.
Casi no se habla.
Tiene pocos amigos raros.
El hombre detrás de sus anteojos y bigote.
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
si supieras que yo no era Dios
Si supieras que soy débil.
En todo el mundo,
si me llamaran Raimundo
Sería una rima, no sería una solución.
En todo el mundo,
Más ancho es mi corazón.
No debería decirte
pero esta luna
pero este brandy
haznos mover como el diablo.


Pandilla

João amaba a Teresa que amaba a Raimundo
quien amaba a María que amaba a Joaquim que amaba a Lili,
No amaba a nadie.
John fue a los Estados Unidos, Teresa al convento,
Raimundo murió de desastre, María se quedó por su tía,
Joaquim se suicidó y Lili se casó con J. Pinto Fernandes
eso no había entrado en la historia.


Ausencia

Durante mucho tiempo pensé que la ausencia es falta.
Y lamentó, ignorantemente, la falta.
Hoy no me arrepiento.
No hay falta en ausencia.
La ausencia es un ser en mí.
Y la siento blanca, tan cerca, apretada en mis brazos,
que me río y bailo y hago exclamaciones alegres,
porque la ausencia, esta ausencia asimilada,
Ya nadie me la roba.


Confidencialidad Itabirano

Algunos años viví en Itabira.
Sobre todo nací en Itabira
Por eso estoy triste, orgulloso: hierro.
Noventa por ciento de hierro en las aceras.
El ochenta por ciento de hierro en las almas.
Y esta alienación de lo que en la vida es porosidad y comunicación.
El deseo de amar que paraliza mi trabajo,
Proviene de Itabira, de sus noches blancas, sin mujeres y sin horizontes.
Y la costumbre de sufrir, que tanto me divierte,
Es dulce herencia de Itabira.
De Itabira traje varios regalos que ahora te ofrezco:
esta piedra de hierro, el futuro acero de Brasil,
este San Benito del viejo santo creador Alfredo Duval;
este tapir de cuero, extendido sobre el sofá de la sala;
este orgullo, esta cabeza abajo…
Tenía oro, tenía ganado, tenía granjas.
Hoy soy un funcionario público.
Itabira es solo una fotografía en la pared.
¡Pero cómo duele!


En el medio del camino

A medio camino había una roca
Había una piedra en el camino
Tenía una piedra
A mitad de camino había una roca.
Nunca olvidaré este evento
En la vida de mis retinas fatigadas.
Nunca olvidaré eso a medio camino
Tenía una piedra
Había una piedra en el camino
A mitad de camino había una roca.

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