Los poetas de la antigüedad animaron a los objetos sensibles con dioses
y genios nombrándolos y dotándolos con las propiedades de los bosques, ríos,
montañas, lagos, ciudades, y todo lo que sus enormes y numerosos sentidos
podían percibir.
Epitafio De estatura mediana, Con una voz ni delgada ni gruesa, Hijo mayor de un profesor primario Y de una modista de trastienda; Flaco de nacimiento Aunque devoto de la buena mesa; De mejillas escuálidas Y de más bien abundantes orejas; Con un rostro cuadrado En que los ojos se abren apenas Y una nariz de boxeador mulato Baja a la boca de ídolo azteca —Todo esto bañado Por una luz entre irónica y pérfida— Ni muy listo ni tonto de remate fui lo que fui: una mezcla De vinagre y de aceite de comer ¡Un embutido de ángel y bestia!
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