Vosotros, todos vosotros,
toda
esa carne que en la calle
se apila, sois
para mí alimento,
todos esos ojos
cubiertos de legañas,
como de quien no acaba
jamás de despertar, como
mirando sin ver o bien
sólo por sed
de la absurda sanción de
otra mirada,
todos vosotros
sois para mí alimento, y
el espanto
profundo de tener como
espejo
único esos ojos de
vidrio, esa niebla
en que se cruzan los
muertos, ese
es el precio que pago por
mis alimentos.
Comentarios