Nazim Hikmet
Reseña
biográfica
Nazım Hikmet Ran (Salónica, Imperio otomano,
20 de noviembre de 1901 - Moscú, 3 de junio de 1963) . Gracias a que su abuelo
fue poeta, su padre diplomático y su madre pintora, creció en un ambiente
familiar intelectual. Está considerado
en Occidente el poeta más importante en lengua turca del siglo XX. Estudió en
un colegio francés y a los 19 años viajó a Moscú donde estudió Ciencias
Políticas y profundizó su interés sobre el comunismo, del que fue siempre
ferviente practicante.
Alternó la lucha política con la publicación
de obras de teatro, novelas y varios poemarios, entre los que sobresalen
"Y van 3" en 1930, "Telegrama nocturno" en 1932, y "La
ciudad que perdió la voz" en 1933. En los años siguientes continuó con la
lucha antifascista, publicó "La epopeya de Sheik Bedreddin" en 1936 y
a partir de 1940 cumplió una larga condena hasta 1950, cuando fue liberado.
En 1952 se radicó definitivamente en Moscú, y
en 1957 publicó su más famosa obra "Duro oficio el exilio". Falleció
en Moscú en 1963, como ciudadano
polaco.
Hikmet abandonó las formas métricas
tradicionales de la poesía turca en busca de nuevas formas de expresión. Esta
búsqueda formal alcanzó su momento culminante durante sus primeros años en la
URSS, entre 1922 y 1925. En esta época comenzó a utilizar el verso libre. Su
obra está muy influenciada por la poesía de Maiakovski y de los futuristas
rusos.
La obra de Hikmet se caracteriza por el
compromiso político. Uno de sus poemas, traducido al inglés como "I Come
and Stand at Every Door", musicalizado por varios cantautores
norteamericanos (entre ellos Pete Seeger y los Byrds, en cuyo disco Fifth
Dimension figura la canción), da la palabra a un niño de siete años fallecido
en Hiroshima, y es uno de los más duros alegatos contra la guerra jamás
escritos.
Palabras del poeta:
«Hoy en día, utilizo todas las formas. Escribo tanto siguiendo la métrica de la literatura popular como con rima. (...) Escribo también en lengua hablada, en su expresión más simple, sin métrica ni rima. Hablo tanto de amor como de paz, de revolución y vida, de la felicidad, del destino, de la esperanza y la desesperación. Quiero que todo lo que es propio del hombre lo sea de mi poesía. Quiero que el que me lea pueda encontrar, en mí o en nosotros, la expresión de todos sus sentimientos. Que nos lea tanto cuando quiera leer un poema sobre el 1 de mayo, como cuando quiera oír hablar de su incomprendido amor. (...)
En el
restaurante Astoria de Berlín
En el restaurante Astoria de Berlín
había una camarera
una chica como una gota de plata.
Por encima de las bandejas repletas me
sonreía.
Se parecía a las chicas de mi perdido país.
Pero no sé por qué
a veces tenía ojeras.
No tuve suerte
no pude sentarme en las mesas que ella
atendía.
Ningún día se sentó en las mesas que yo
atendía.
Era un hombre entrado en años.
Parecía como si estuviera enfermo,
tomaba comida de régimen.
Estaba muy triste y me miraba
pero no sabía alemán.
Tres meses vino a desayunar, comer y cenar,
luego desapareció.
Puede que volviera a su país
o que no volviera y haya muerto.
23 de julio de 1959
Comentario
de José Manuel Sáiz
Realizado en el foro Alaire
Me gusta mucho este poema. Y cuánto más lo
leo, más me gusta.
Me gusta su estilo limpio, escueto, lacónico,
anti-metáfora, anti-adornos, anti-aderezos. El poema no describe, no sublima,
no ensalza… Simplemente esboza, sugiere, alude; es el lector el que imagina la
vida de los personajes y le da su propia interpretación y desenlace, pero el
poema hace que esa interpretación sea poética, porque la cadencia es poética.
No es tanta la poesía que encierra en sí mismo como la que despierta en el
lector afín con el estilo.
Respuesta de
Óscar Distéfano
¿Sabes, José Manuel, que cuando vi tu nombre
como comentarista de este poema no me sorprendí? Estabas en primera fila de los
que pudieran gustar de este delicado y exquisito poema. Conociendo tu poesía,
tu poética, tu visión poética. Me gusta mucho el análisis que has hecho sobre
este trabajo. Es muy agudo, muy acertado en desnudar su esencia. A mí me
sorprendió muy gratamente esa técnica de utilizar dos voces poéticas, desde
ópticas tan opuestas. Y me emocionó ese roce de destinos que, sin embargo,
nunca pudieron cruzarse, esa fría manifestación de la existencia, absolutamente
ajena a los sentimientos, a los anhelos de calor humano del hombre. Ah, el
poema me trajo reminiscencias de Cavafis (por su característica urbana e intimista),
otro enorme poeta con sangre turca.
*
*
La niña
muerta
Soy quién golpea a tu puerta
A todas las puertas, a todas las puertas
Pero ustedes no pueden contemplarme
Es imposible ver a un niño muerto
Hace diez años largos he muerto en Hiroshima
Pero sigo teniendo siete años
Los niños muertos dejan de crecer
Al principio se inflamaron mis cabellos
Mis manos y mis ojos ardieron después
Me convertí en un puñado de cenizas
Que el viento dispersó
Nada, nada les pido para mí
No podrían mimarme aunque quisieran
Una niña que ha ardido como si fuera papel
no come caramelos
Yo golpeo y golpeo a cada puerta:
Denme, denme una firma
Para que los niños no sean asesinados
y coman caramelos
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