Ir al contenido principal

Chairil Anwar




(26 de julio de 1922 en Medan - 28 de abril del 1949 en Yakarta), poeta indonesio. Se estima que Chairil ha compuesto alrededor de 96 trabajos líricos y cerca de 70 poemas en su corta trayectoria.
Su madre, en 1940 decidió mudarse con él a Batavia donde Chairil empezó a entrar en contacto con los círculos literarios locales. En 1942 publicó su primer poema y siguió escribiendo hasta el día de su muerte. Algunos de sus poemas fueron censurados por los japoneses ya que, en aquella época de transición social y política, Japón invadía Indonesia.
Su vida despreocupada y libre de ataduras, rebelde y acusado de plagio en alguna de sus obras, Chairil Anwar adoptó un estilo único en sus escrituras en las cuales se aprecia el tema recurrente de la muerte y todo lo relacionado a dicho fenómeno. Aún se debaten las causas de su muerte.
Descrito por sus amigos y conocidos, aunque era alguien sensible a su manera, su arrogancia y poca educación le hacían una persona difícil de comprender o de convivir con ella.
Su estilo está considerado por muchos como atmosférico, cargado de imágenes, símbolos, recursos literarios y, a veces, pesimismo. El tema recurrente en sus obras es la muerte.
Era un poeta excéntrico y fue acusado de igual manera de cleptomanía y, otra de sus manías era la de siempre estar enfermo o cansado.



POEMAS


Yo

Cuando llegue la hora
Yo no quiero que nadie me llore
Ni siquiera tú

Para qué todos esos llantos

Heme aquí, animal salvaje
Expulsado de la manada.

Aunque las balas me atraviesen
Enfurecido continuaré

Llevando heridas y veneno en mi carrera
En mi carrera
Hasta que el dolor desaparezca

Y nada me importe ya
Y todo me sea indiferente

Quiero vivir mil años más




Comentarios

Entradas populares de este blog

Poemas del Conde de Lautréamont

Los cantos de Maldoror Canto 1 Me propongo, sin estar emocionado, declamar con voz potente la estrofa seria y fría que vais a oír. Prestad atención a su contenido y no os dejéis llevar por la impresión penosa que al modo de una contusión ha de producir seguramente en vuestras imaginaciones alteradas. No creáis que yo esté a punto de morir, pues todavía no me he vuelto esquelético ni la vejez está marcada en mi frente. Descartemos, por lo tanto, toda idea de comparación con el cisne en el momento en que su existencia lo abandona, y no veáis ante vosotros sino un monstruo cuyo semblante me hace feliz que no podáis contemplar: si bien es menos horrible que su alma. Con todo, no soy un criminal. Pero dejemos esto. No hace mucho tiempo que he vuelto a ver el mar y que he puesto los pies sobre los puentes de los barcos, y mis recuerdos son tan vivos como si lo hubiera dejado ayer. Tratad, con todo, de mantener la misma calma que yo en esta lectura que ya estoy arrepentido de ofreceros,

Emily Dickinson

No es que el morir nos duela tanto – No es que el morir nos duela tanto – Es el vivir – lo que nos duele más – Pero el Morir – es un camino distinto – Una variedad detrás de la Puerta – La Costumbre Sureña  - del Pájaro – Que antes de que lleguen las heladas – Acepta una Latitud mejor – Nosotras – somos los Pájaros – que se quedan. Las Ateridas en torno a las puertas del Campesino – Por cuya miga reacia – Pactamos – hasta que las Nieves compasivas Persuadan a nuestras plumas a  Casa.

Edgar Allan Poe

A continuación presentaremos el más famoso poema de Edgar Allan Poe: El cuervo. Ambientado en una atmósfera onírica y con un marcado registro narrativo (donde sale a aflorar su genialidad de cuentista, demostrada en tantas historias admirables escritas), el poema narra la visita casual de un cuervo al hogar de un amante en altas horas de la noche, donde este se encuentra llorando la pérdida de su amada Leonora. La traducción es de Julio Cortázar y, tras esta, la versión original (The Raven). El cuervo. Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto. “Es —dije musitando— un visitante tocando quedo a la puerta de mi cuarto. Eso es todo, y nada más.” ¡Ah! aquel lúcido recuerdo de un gélido diciembre; espectros de brasa