Autor del poema: José Manuel Sáiz
Hoy me siento tan triste y tan pequeño
que no encuentro la forma
de huir del porvenir.
Sin embargo, de vez en cuando,
pasa alguien a mi lado que parece
muy grande y muy feliz, y entonces
mi puerta al porvenir se abre
y me permite ver un cielo
azul y muy profundo.
Tal vez, por otra parte, le pueda parecer a alguien
muy grande y muy feliz, yo también. Y puede que ese alguien,
que hoy se siente muy triste y muy pequeño,
(más triste y más pequeño que yo ahora) un buen día
se cruce en mi camino y yo le abra sin saberlo
su vida al porvenir.
Cuántas veces el sol alumbra
al otro lado de una puerta, que no se sabe
cómo abrir.
Cuando la poesía se
concibe como algo inseparable de la realidad, pero la realidad, al ser
percibida por el poeta en conjunción con sus sentimientos, adquiere una
dimensión, una mirada, muy personal, el poema resultante de esta posición,
llega al lector con toda su carga poética; es decir, como aprehensión de dicha
realidad, a partir de la sensibilidad con que el poeta la ha percibido. Y, si a
ello sumamos el hecho de que cada lector posee una sensibilidad diferente (a
causa de las razones obvias de sus propias experiencias vitales), podríamos
decir que cada lector “ve” un poema desde un ángulo diferente. Pero no tan
diferente como para que se considere “obra distinta” una visión de la otra. Más
bien se trata de la misma aprehensión, en grados diferentes de percepción
sensitiva. Por otro lado, cuando mayor es la sensibilidad (más allá del grado
intelectual, que también influye) del poeta, nos trasmite más cosas íntimas,
más detalles, lo cual hace más compleja y sutil la realidad poética que bulle
en su interior. Finalmente, un poema sólo puede ser comprendido en su totalidad
por el poeta que lo ha creado, porque sólo él puede saber lo que dijo y lo que
dejó de decir; es decir, lo que la limitación de la expresión le permitió
decir, y lo que la barrera de las palabras (un instrumento lógico) nunca le
permitió decir.
Creo que esta pequeña
introducción viene a cuento para hablar de este poema del compañero Sáiz, para
buscar determinan su valor, y para que yo trate de explicar por qué mi
sensibilidad poética se ha visto emocionada al leerlo. En efecto, si analizamos
el contenido del poema, vemos que se refiere al contagio emocional, o a la
empatía personal, entendiéndose este concepto como la facultad de aprehender lo
que otra persona puede sentir. Como vemos, más allá de su aparente mensaje
explícito, claro, carente de metáforas engorrosas ni escudos léxicos que
dificulten su acceso cognitivo, el argumento hace partícipe a la razón, el
poema “se entiende”, el poema tiene un hilo argumental que arranca en el primer
verso y termina en el remate. Se trata, pues, del relato de una visión de la
realidad, con mucha probabilidad de contener elementos autobiográficos (hecho
que hace, de los poemas, más genuinos). Y el poema impacta, emociona, trasmite
la sensación de encontrarnos frente a una gran verdad, frente a una verdad a
prueba de sofismas, una verdad que nos penetra y modifica nuestra estatura
intelectual y psicológica; en una palabra: nos hace crecer como seres humanos.
Que el relato de una historia psíquica se convierta en un impacto emocional es
el quid que le otorga su grandeza a este texto. Podríamos seguir hablando mucho
más de este poema; decir, por ejemplo, que los dos últimos versos, los que
conforman el remate, tienen, sin duda alguna para mi modesto comprender, esa
llegada al final sorteando la travesía del verso no nacido aún pero buscado
afanosamente, ese anclar en el puerto correcto luego de una navegación llena de
dificultades y con la sola brújula de la intuición, esa victoria insólita y
explosiva del estro.
Cuántas veces el sol alumbra
al otro lado de una puerta, que no se sabe
cómo abrir.
Estos versos de remate,
además de brindarle sólido final semántico al poema, se constituyen en una idea
de hondo contenido filosófico, una idea poética de gran valor gnóstico, por
tratarse de una imagen alegórica que se trasforma en una impactante revelación
intelectual. Es decir que el hombre necesita del hombre para salir de la
oscuridad. El poeta necesita de otro poeta para crecer. El fuego de un hombre
alumbra a otro hombre. Esta idea que, olvidando el individualismo, defiende con
gran convicción y poesía la necesidad del colectivismo, de una sociedad
consolidada en la trasmisión desprendida y absoluta de sabiduría entre sus
miembros.
Considero que es éste,
uno de los grandes poemas que han salido del taller poético artesanal de
nuestro apreciado compañero. Digo artesanal, como puedo decir orfebrería, por
el cuidadoso tratamiento formal que tiene la estructura silábica de cada verso,
y que le ha llevado a conquistar (nuevamente) un ritmo preciso y precioso.
Pero, para que todo no sea extremadamente positivo, tal vez sea necesario
revelar un punto, cuya solución buscaría la perfección exagerada del ritmo;
pero, si así no fuese, si el texto se dejase tal cual está ya escrito, no creo
tampoco que atente contra la calidad de este trabajo. Sólo lo hago a modo de
charla.
muy grande y muy feliz (7), yo también. Y puede que ese alguien
(11)
En este verso, al llevar
a cabo la escansión, y buscándole la/las pausas que permitan una entonación
adecuada, he encontrado la solución señalada. Esta división métrica me parece
correcta. Lo que la hace discutible es el sintagma “que ese”. En este caso, el
autor prescinde de la sinalefa (casi obligatoria, debido a la igualdad de las
letras última y primera de cada palabra: “que-ese o quese”). Insistimos: no
decimos que no se pueda prescindir de esta sinalefa. Lo que hemos notado es que
existe otro verso dentro del poema, donde al mismo problema se le ha dado un
tratamiento diferente:
que hoy se siente muy triste y muy pequeño
En este verso que,
indudablemente es un endecasílabo (11 sílabas), porque estamos frente a un
poema de ritmo imparisílabo, el sintagma “que hoy” recibe, sin embargo el apoyo
de la sinalefa para la consecución de un ritmo perfecto. Si exigiésemos una
congruencia de criterios dentro del poema (cada poema determina sus propias
reglas, que no deben ser violadas), deberíamos pedir que en ambos casos se
utilicen el mismo criterio: que-e-se (3 sílabas), que-hoy (2 sílabas), o
quee-se (2 sílabas), queoy (1 sílaba) . Aunque uno no quiera creerlo, estos
pequeños detalles, estas quisquillosidades, hacen la diferencia cuando leemos
las obras de artistas consagrados. Yo considero que las incongruencias (que
pueden ser de distintas naturalezas; verbales, sintácticas, semánticas, etc.,
etc.) son las que rebajan significativamente la calidad de un poema, muy a
pesar de que muchos poetas denosten esta postura, y manifiesten que sólo es
importante el contenido.
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