Existe la hipótesis de que las traducciones , ante la
imposibilidad de una literalidad que respete sacramente el texto original, han
creado en muchos poetas una imagen deformada del verso libre, asumiendo que la
prosa cortada resultante de dichas traducciones, sin ningún tipo de cuidado
formal, es absolutamente válido para emular, y efectivo para el arte de versar.
Pero, si tenemos en cuenta estas palabras de un traductor argentino que
trascribo , podemos entrever que cierto peso podría tener nuestra sospecha de
que la prosa cortada, si no está cuidadosamente revisada en su aspecto de
entramado armónico de palabras, si no se le proporciona un ritmo, ya sea
clásico, ya sea intimista, provoca en el lector una sensación de la forma
fallida, de la disonancia fónica, un texto desagradable de leer y/o de entonar.
"Basta cotejar los textos originales para comprobar que
autores tan diversos y decisivos para la escritura moderna, como T. S. Eliot,
Wallace Stevens, Robert Lowell, Robert Frost, W. H. Auden, Stephen Spender,
Cecil Day Lewis, Paul Eluard, Louis Aragon, Giuseppe Ungaretti, Eugenio
Montale, Umberto Saba, Sandro Penna, Salvatore Quasimodo, Vittorio Sereni,
Alfonso Gatto, Cesare Pavese, Rainer María Rilke, George Trakl, Stefan George,
Hermann Hesse, Else Lasker-Schüler, Gottfried Benn, Bertolt Brecht, etc., etc.,
están lejos de ser los poetas antimusicales que tales traducciones nos
presentan, han sido artistas que han trabajado sus versos con un cuidadoso
sentido rítmico y métrico, y a menudo con un insistente recurso a las
asonancias y las consonancias de la rima."
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