Ir al contenido principal

Adjetivos obvios


En la elección de los adjetivos, muchas veces, apelamos a obviedades que empobrecen la carga semántica de un verso. En este ejemplo, tenemos un caso típico que encontramos en muchos poemas:

¿Cuándo encontraré el camino
que perdí en el horizonte
distante de mi memoria?

Todo horizonte es distante. En su definición ya está implícita esa característica. Es como decir: 

abismo profundo,
verde primavera,
ancho mar,
sube para arriba,
sal para afuera,
un viejo anciano,
regalo gratis,
lava volcánica,
lapso de tiempo, etc.

Esta anomalía expresiva se llama pleonasmo.  Aunque, justo es reconocer que esta figura es utilizada como recurso estilístico, con el fin de enfatizar una imagen, de aumentar su valor expresivo; pero, su utilización debe ser consciente, sin cargar sobre sí la sospecha de que se trata de un vicio del lenguaje.

Con un justo cambio es posible ganar en carga semántica:

¿Cuándo encontraré el camino
que perdí en el horizonte
irreal de mi memoria?


Comentarios

Entradas populares de este blog

Poemas del Conde de Lautréamont

Los cantos de Maldoror Canto 1 Me propongo, sin estar emocionado, declamar con voz potente la estrofa seria y fría que vais a oír. Prestad atención a su contenido y no os dejéis llevar por la impresión penosa que al modo de una contusión ha de producir seguramente en vuestras imaginaciones alteradas. No creáis que yo esté a punto de morir, pues todavía no me he vuelto esquelético ni la vejez está marcada en mi frente. Descartemos, por lo tanto, toda idea de comparación con el cisne en el momento en que su existencia lo abandona, y no veáis ante vosotros sino un monstruo cuyo semblante me hace feliz que no podáis contemplar: si bien es menos horrible que su alma. Con todo, no soy un criminal. Pero dejemos esto. No hace mucho tiempo que he vuelto a ver el mar y que he puesto los pies sobre los puentes de los barcos, y mis recuerdos son tan vivos como si lo hubiera dejado ayer. Tratad, con todo, de mantener la misma calma que yo en esta lectura que ya estoy arrepentido de ofreceros,

Emily Dickinson

No es que el morir nos duela tanto – No es que el morir nos duela tanto – Es el vivir – lo que nos duele más – Pero el Morir – es un camino distinto – Una variedad detrás de la Puerta – La Costumbre Sureña  - del Pájaro – Que antes de que lleguen las heladas – Acepta una Latitud mejor – Nosotras – somos los Pájaros – que se quedan. Las Ateridas en torno a las puertas del Campesino – Por cuya miga reacia – Pactamos – hasta que las Nieves compasivas Persuadan a nuestras plumas a  Casa.

Edgar Allan Poe

A continuación presentaremos el más famoso poema de Edgar Allan Poe: El cuervo. Ambientado en una atmósfera onírica y con un marcado registro narrativo (donde sale a aflorar su genialidad de cuentista, demostrada en tantas historias admirables escritas), el poema narra la visita casual de un cuervo al hogar de un amante en altas horas de la noche, donde este se encuentra llorando la pérdida de su amada Leonora. La traducción es de Julio Cortázar y, tras esta, la versión original (The Raven). El cuervo. Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto. “Es —dije musitando— un visitante tocando quedo a la puerta de mi cuarto. Eso es todo, y nada más.” ¡Ah! aquel lúcido recuerdo de un gélido diciembre; espectros de brasa